Wednesday, July 16, 2008

VISITA POR BERLIN, (revista D)

Miles de historias se pueden contar después de pasar unos días en Berlín, capital de la República Federal Alemana. Por ejemplo, que, a pesar de lo que se podría creer, su comida típica no son las salchichas, sino el kebab; eso sí, la cerveza se mantiene incorruptible en el gusto de sus residentes y, claro está, de sus visitantes.
La primera impresión al llegar a este lugar es de orden y, con el paso del tiempo, la sensación se convierte en certeza; todo marcha mejor que un reloj suizo en la cosmopolita urbe, que cuenta con la comunidad más grande de turcos del país, de ello que el kebab sea ahora el platillo que se encuentre casi en todas sus esquinas —sin importar la otrora caída del muro— del lado oriente u occidente.
También se pueden encontrar los típicos bares que sirven de punto de reunión para los parroquianos. Son los llamados kneipen, tascas donde se bebe cerveza y schnaps (un espirituoso de frutas).
Berlín ya no es una ciudad exclusiva de prusianos o de edificios destruidos tras la guerra o la decadencia de la década de 1980, sino un ícono de la arquitectura moderna de grandes avenidas con construcciones históricas renacientes que existen gracias a su población heterogénea, que ama la cultura tanto como la vida nocturna.
Aunque se puede conocer la metrópoli desde lo alto de un bus descapotado en la comodidad de un asiento, la aventura de subirse en el U-bahn o en el S-bahn (subterráneo/ metro) la hace aún más excitante. Es importante familiarizarse con la lectura de los mapas, tanto de la ciudad, para identificar los sitios de su interés, como de los servicios de transporte mencionados.
No se necesita mucha ciencia para ubicarse con rapidez en ellos, ya que, como buen producto alemán, son sencillos y sin errores. En cualquier oficina de turismo los podrá encontrar de forma gratuita.
Tras el debido reconocimiento cartográfico, lo difícil será establecer qué lugares visitar. Se hace necesaria otra identificación: empezar por el nuevo o el viejo Berlín.
Para descubrir la parte moderna, nada mejor que comenzar por Potsdamer Platz, pues este barrio se ha convertido en una zona urbana de edificios situada en el centro de la que antaño fue “tierra de nadie”. Desde la terraza, en el último piso del Kollhoff, podrá disfrutar de una vista espectacular del recinto DaimlerChrysler y del complejo Sony Center, con su singular techo futurista.
Centro de la ciudad. Al fondo, la Fernsehturm.
Justo enfrente de esta estructura se encuentra el Museo del Filme, un lugar en el que no solo se divertirá el amante del cine; la tecnología que se utiliza para el reconocimiento a lo mejor del séptimo artel es de culto.
En el mismo sector tiene su sede la oficina de la Berlinale, el festival de cine más importante de los germanos.
Otra de las partes modernas se encuentra en Alexanderplatz; aquí, entre otros, la Fernsehturm, la torre de televisión más alta de la Unión Europea, con una altura de 368 metros y una antena de televisión.
Es la estructura no habitable más alta y, por lo tanto, un punto clásico de encuentro turístico. Desde su plataforma, donde hay un café giratorio —la vuelta completa demanda 30 minutos—, los visitantes tienen vista panorámica de la ciudad. También se encuentran el Forum Hotel Berlín, el edificio más alto de la ciudad, y el Reloj Mundial, una gran estructura de metal que rota permanentemente y muestra la hora de todo el mundo.
Si desea adentrarse en la parte histórica, el Reichstag con su cúpula de cristal —ahora símbolo de la ciudad— es un buen comienzo. Aunque hay que advertir que las filas para ingresar al recinto son largas. A escasos metros de ahí, en la plaza de la Gran Estrella, sobresale la Columna de la Victoria, que conmemora las famosas campañas militares prusianas.
Tiempo adicional llevará recorrer la mítica Musiumsinsel (Isla de los Museos), Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que cobija cinco de los más importantes museos berlineses: Alte Museum, Neue Museum, Alte Nationalgalerie, Bodemuseum y el Pergamonmuseum.
Infaltable en el recorrido, la puerta de Brandeburgo. Este pórtico tiene su historia, ha sido mutilado y dañado por las guerras y el cambio de régimen, pero su estatua de bronce con Eirene, diosa de la Victoria, sigue allí, erguida y brillante.
Potsdamer Platz
Para los más chicos, el Zoologischer Garten (Jardín zoológico) es un regalo, y no solo porque Knut, el oso polar que nació en este lugar y ha cautivado al mundo, se encuentra aquí, sino porque es el parque de animales más antiguo de Alemania, además de uno de los más grandes del mundo con más de 15 mil ejemplares.
Para los turistas en busca de sitios exóticos, recomendable al cien por ciento, Kreuzberg, la llamada pequeña Estambul, porque además de vibrante y alternativa, este sector recibe artistas, intelectuales, obreros y migrantes. Hoy es la casa de una tercera generación de turcos-alemanes, es decir, los hijos de los hijos de aquellos primeros inmigrantes llegados de Turquía.
Calles, museos, parques y bares son una experiencia inolvidable.
Así es Berlín: imponente, segura, con barrios para todos los gustos. Una urbe en la que cada quien encontrará un rincón que lo embriague y lo invite a volver, o cuanto menos, le ofrecerá material para que se dedique a narrar un sinfín de anécdotas.
Para tener en cuenta
Si no habla alemán, no se preocupe, usted puede desplazarse en la ciudad, sin ningún problema, comunicándose en inglés.
Para movilizarse, lo más económico es utilizar los servicios de transporte público. Por 26 Euros (Q291) a la semana tiene derecho a U-bahn, S-bahn, tranvía y buses. Los boletos los venden en cualquier estación.
Por ningún motivo olvide sus mapas.
La entrada en algunos museos es gratis. Casi todos cuentan con servicio de audio-guía en español.
El uso de los servicios sanitarios tiene un costo desde 0.50 Euros.No tire las botellas de agua, por cada una le devuelven 0.25 Euros.

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